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La Crisis Global
Nuestra sociedad actual, tal y como la conocemos, está experimentando un proceso de transformación que podemos ver reflejado en el movimiento y posición de los planetas generacionales, especialmente en el tránsito de Plutón. Este arquetipo transpersonal está fuertemente vinculado a los grandes y profundos procesos de regeneración de nuestro mundo y nuestra humanidad. Durante todo el año 2008 ha estado saliendo del signo de Sagitario y adentrándose lentamente en Capricornio, signo en el que se instala definitivamente a partir de noviembre de 2008, y por el que transitará hasta el año 2023.

Para comprender bien el proceso en el que nuestra humanidad se adentra a partir de ahora, es conveniente conocer bien el significado de este poderoso arquetipo y el del signo en el que tendrá su influencia a partir de ahora.

Plutón (Hades para los griegos) era el dios de la muerte y señor de las profundidades de la tierra. Se le asignaba el nombre de Plutón el Rico, pues al ser señor de las profundidades, era poseedor de la riqueza oculta del subsuelo. También era el señor del Averno (lo que para nuestra cultura judeo-cristiana es el infierno), este era un lugar en el que las almas se adentraban después de la muerte para purificarse, quemando así los viejos residuos de la vida que dejaban atrás. Era un proceso de recapitulación y de limpieza, necesario para poder empezar una nueva fase con nuevas oportunidades de evolución y crecimiento. En absoluto era un lugar de sufrimiento eterno, tal y como nos lo ha transmitido el catolicismo, con el fin de amordazar y atemorizar nuestras mentes y nuestras conciencias a través del miedo al castigo divino.

Plutón, para la astrología moderna, es un arquetipo vinculado al inconsciente colectivo o alma grupal, esa poderosa fuerza que mueve y conecta a todas las almas individuales. Los seres humanos, además de experimentar y evolucionar como individuos, estamos vinculados por esta fuerza transpersonal en un proceso de crecimiento en el que todos estamos inmersos. Esta relación profunda no interfiere ni condiciona  nuestras decisiones individuales, más bien nos da la oportunidad de expandir nuestra conciencia haciéndonos partícipes del crecimiento y la evolución del resto de los seres humanos. A través de este vínculo sutil, nuestra conciencia individual conecta con el desarrollo de ciertos colectivos que están a la vanguardia de la humanidad, lo cual facilita que haya un estímulo de evolución conjunta.

Capricornio es un signo que rige los movimientos y órdenes sociales en el área concreta y material. Está relacionado con el status, la organización social y la política. Si aplicamos la energía del poderoso Plutón a los asuntos relacionados con este signo, inevitablemente nos encontramos con el momento crítico que estamos viviendo en el ámbito financiero a nivel mundial (que se ha manifestado claramente para todo el colectivo a lo largo del año 2008). Capricornio es mucho más que dinero, por lo que intuyo que estamos presenciando solamente el umbral de lo que está por venir. No es una cuestión de alarmarse, sino más bien de hacer una profunda reflexión sobre el tipo de sociedad que hemos creado y sustentado entre todos. Hemos instaurado, participado o consentido valores sociales basados en los intereses personales, ya muy caducos por su estrechez y limitación, inservibles para el sano desarrollo de cualquier colectivo. Valores que lentamente han de morir para dar paso a otros completamente nuevos. Somos un colectivo hermano, en un hogar común que es la tierra. Y esta verdad la hemos pasado peligrosamente por alto, dejándonos seducir por la actitud estrecha de estar centrados solamente en nuestra pequeña parcela, e ignorando el resto.

Si observamos con detenimiento el mundo que hemos creado, podremos ver la evidencia de que hay muchas cosas que requieren un cambio urgente. Todos, en mayor o menor medida, somos partícipes de una sociedad llena de desequilibrios, injusticias, egoísmo, mentiras y ocultamientos. Nuestra conciencia ante la realidad del mundo que nos rodea, está tan embotada, que tendemos a comportarnos como niños interesados solamente en jugar y en la satisfacción inmediata de nuestros deseos. La televisión, como soma adormecedor, nos inculca ideas, intereses y realidades fragmentadas, mayoritariamente negativas y desesperanzadoras. Este medio se ha convertido en un arma potente y eficaz, que desde todos los hogares, conduce con precisión la mente colectiva hacia una determinada visión orquestada por intereses oscuros, de los que la mayoría somos desconocedores.

Existe una realidad que ha sido tapada cuidadosamente hasta ahora y que lentamente se va revelando, a pesar de los grandes esfuerzos por mantenerla oculta. Esta oscura labor está siendo organizada por un grupo de poderosos que actúan en secreto y que tienen su sede en Estados Unidos con ramificaciones en Europa. Desde la sombra orquestan, manipulan y dirigen a todos los gobiernos del mundo, directa e indirectamente a través de la banca mundial, las grandes instituciones religiosas, la industria medico-farmacéutica y el negocio armamentístico. Estas personas conocen perfectamente la debilidad humana y saben aprovecharla muy bien para conseguir su fines y satisfacer sus oscuros intereses. Cuando les conviene una guerra, una epidemia o cualquier otra circunstancia intimidatoria, no tienen escrúpulos en hacer todo lo necesario para conseguir lo que desean. Por ejemplo, el soborno y la manipulación de dirigentes políticos ávidos de poder (para observar esto, no tenemos que viajar muy lejos ni irnos muy atrás en el tiempo), la propagación de epidemias o la falsa información para estimular el miedo colectivo. Y aunque suene a disparate -o la obra de mentes enfermas- también se encargan de organizar y promover atentados terroristas asesinando a sus propios compatriotas con el fin de estimular el afán de venganza hacia ciertos colectivos a los que les conviene someter. Con los consiguientes beneficios en el negocio de las armas y el manejo del petróleo. Para ellos, no importa la dimensión del terror o la cantidad de gente que haya que sacrificar, lo más importante es satisfacer sus intereses personales de poder, dominio y riqueza.

A pesar del esfuerzo del grupo de poderosos mencionado, estamos empezando a presenciar la muerte del viejo sistema instaurado por ellos, al tiempo que nos encontramos en el umbral de una nueva visión social que poco a poco está tratando de emerger en la conciencia colectiva. Para estimular este despertar, es necesario que se produzca una gran crisis que ponga de manifiesto todo lo que está asfixiando a nuestra humanidad y al planeta que habitamos. Este es el don de Plutón, poner de manifiesto lo que está escondido y corrompido, aunque huela muy mal.

Algunas personas que lean esto, quizás piensen que es exagerado o que parece el argumento de una película de ciencia ficción, pero solo tenemos que mirar la televisión, a nuestro alrededor, o más cerca todavía; dentro de nosotros mismos. Si somos sinceros, veremos que podemos llegar a hacer muchas cosas inconfesables cuando se trata de defender nuestros intereses personales o cuando sentimos que la seguridad de lo que creemos nuestro, está en peligro. Solemos justificar nuestras acciones con razones de mucho peso, pero lo que está detrás siempre es el miedo y la falta de fe en la vida. Lamentablemente, no solemos hacer este examen de conciencia a no ser que las circunstancias nos obliguen a ello.

Otra parte de la realidad que ha sido cuidadosamente ocultada hasta ahora es la de que no estamos solos en el Universo. Por una parte, sería demasiado pretencioso -y poco inteligente- pensar que entre los millones de sistemas solares que existen, nuestro planeta es el único que tiene vida “inteligente”, entrecomillado a propósito. A través de la historia y especialmente en las últimas décadas han habido muestras evidentes de que hay inteligencias extraterrestres que nos visitan y que están atentos a nuestra evolución. El gobierno secreto se ha encargado de silenciar, ridiculizar o de hacer referencia a ellos como algo amenazador, pues no quieren que nada interfiera en sus intereses. Saben perfectamente que las bazas principales con las que cuentan para conseguir sus fines, son el miedo y la ignorancia. Pero es el momento de que la verdad se vaya destapando y vayamos perdiendo el miedo a lo desconocido. Si estos seres del espacio exterior tuviesen el nivel de conciencia que tenemos nosotros, ya hace mucho tiempo que nos habrían “conquistado” y dominado, tal y como hemos hecho nosotros entre nosotros tantas veces a lo largo de la historia y aún seguimos haciendo hoy en día. Pero la realidad es muy diferente. Ellos se denominan a sí mismos como nuestros hermanos mayores, cuyo único objetivo es el de ayudarnos en nuestro despertar y en nuestra transición hacia una nueva humanidad. Solamente tenemos que perder el miedo y abrirnos con esperanza a lo nuevo. Hay muchas personas que afirman haberse comunicado con ellos, que han visto sus naves, que han viajado en ellas, y cuyos testimonios coinciden significativamente. Estos seres del espacio exterior son humanos como nosotros, con una apariencia muy similar a la nuestra y con una evolución y una tecnología tan avanzada como incomprensible para la mayoría de nosotros. Y aunque no está en sus principios interferir en nuestro libre albedrío, si están disponibles para ayudar discretamente a todos aquellos que estén dispuestos y abiertos al cambio. Además, vienen informando desde hace tiempo que estamos poniendo en peligro el delicado equilibrio de nuestro planeta, lo cual puede afectar también a otros cuerpos celestes cercanos. También han dicho que muchos gobernantes de la tierra están informados de ello.

Quizás, a partir de ahora tengamos que presenciar muchas cosas que nos removerán por dentro y por fuera, pero esto es necesario que ocurra para que se produzca un despertar en nuestras conciencias adormecidas. La deshonestidad y la falta de pudor moral de muchos políticos también nos muestra la cara más fea de nuestra sociedad, pues al fin y al cabo, nosotros somos los que los elegimos. Si nos quejamos de lo que hacen o nos sentimos engañados, porque no hemos sabido interpretar a tiempo las señales de lo que son a través de sus gestos y sus palabras, es porque somos muy parecidos a ellos. No es casualidad que nos representen.

La experiencia de la crisis y de la “muerte” es algo que a los seres humanos nos asusta. Nos solemos atascar en el apego y en el dolor de la pérdida, en vez de mirar hacia delante y valorar lo nuevo que poco a  poco trata de emerger en lugar de lo viejo. Si nos paramos a reflexionar en nuestra propia vida y somos sinceros con nosotros mismos, podremos ver claramente cómo se manifiesta este proceso y cómo nos enriquece la experiencia de la pérdida cuando nos toca vivirla. Siempre que perdemos algo o se nos va alguien, no es sino un proceso de transición hacia un nuevo paso en nuestra madurez y nuestra independencia. El nivel de sufrimiento que experimentamos, siempre es proporcional a la cantidad de apego que tenemos y al grado de inconsciencia en relación a la evolución constante de todo lo creado. “Nada muere, todo se transforma”, situaciones, personas, cosas, e incluso la misma vida. Cuando nos llega la muerte y dejamos el cuerpo físico, solamente estamos dejando un viejo traje del que nuestra alma se libera para abrirse a un nuevo proceso y adentrarse en una nueva realidad. Cuando perdemos dinero, casa, trabajo, quizás en el fondo solamente estamos perdiendo las cosas que hacen nuestro caminar más pesado. Cuantas veces nos hemos rebelado ante el destino y ante las circunstancias de la vida, y después con el paso del tiempo al mirar atrás, nos hemos dado cuenta de que lo que nos tocó vivir fue lo mejor que nos podía haber pasado. Los valores que nos han inculcado de búsqueda de estabilidad y seguridad tienen mucho peso, por lo que la experiencia del soltar se convierte en un motivo de temor y de ansiedad para la gran mayoría de nosotros.

Sigamos mirando hacia el espacio para ver más detalles sobre el proceso vital actual de nuestra humanidad. Para ello, fijaremos nuestra atención en la posición de los planetas generacionales de nuestro sistema solar, lo cual nos aporta valiosa información sobre el momento evolutivo que estamos viviendo.

Urano, el arquetipo de las rupturas, los cambios y el despertar, está en Piscis, el signo vinculado a la pérdida y la disolución. Esto es un indicador de la necesidad que tiene nuestra colectividad de romper con las estructuras limitadoras para poder conectar con una realidad más sutil y elevada. Neptuno, el planeta de la sensibilidad y la mística, está en Acuario, el signo vinculado a los movimientos sociales, a la comunicación grupal y a la información colectiva. Quirón el arquetipo de la sanación, está también en Acuario junto a Neptuno. Estos dos planetas están unidos en un objetivo común; a través de la información colectiva en relación a muchas cosas que han estado tapadas hasta ahora, se llevará a cabo un paulatino despertar. Esto implicará la disolución de los ocultamientos y las falsas ilusiones, aunque para ello sea necesario enfrentarse a las heridas infectadas de nuestra humanidad, que necesariamente han de sanarse si queremos renacer a otra dimensión del pensamiento, el sentimiento y la acción. Solamente cuando la negación a ver la realidad se viene abajo, es cuando verdaderamente empezamos a estar preparados para enfrentar y sanar lo que no funciona bien. La cantidad de dolor que se vive en el proceso depende del nivel de autoengaño y de la resistencia a enfrentar la realidad.

En nuestras manos está la decisión; abrimos los ojos y “empezamos a trabajar en lo echado a perder”, o seguimos con la cabeza escondida “bajo del ala”, aterrorizados por la inseguridad y el miedo a la pérdida. No es tiempo de emprender batallas ni hacer grandes revoluciones sociales, solamente es necesario el despertar individual y la revolución en nuestra conciencia personal, empezando a realizar cambios en nuestra vida cotidiana, en nuestro hogar, con nuestros hijos, padres, pareja... No tengamos miedo, recordemos que la pérdida de lo viejo nos hace más ligeros y nos ayuda a prepararnos y abrirnos a recibir los valores nuevos. A veces, también es el estímulo necesario para buscar las cosas que realmente son importantes.



La muerte; Nacimiento a otra Vida

Si hiciésemos un "ranking" sobre los temas tabú de nuestra sociedad, muy probablemente, la muerte ocuparía el primer lugar. Aunque forma parte de la vida, existe una tendencia general a evitar hablar de ella y a temerla, pero tarde o temprano todos tenemos que enfrentarla, cuando se nos va algún allegado, amigo o familiar. Y en algún momento, ineludiblemente también nos llegará a nosotros mismos. Creo que la mayoría estaremos de acuerdo si afirmamos que el motivo principal de que nos asuste la muerte, es el desconocimiento que tenemos de ella.

Se suele decir que todavía nadie ha vuelto a la vida después de haber muerto, para que nos pueda contar lo que hay allí. Pero esto no es totalmente cierto; hay muchas personas en todas las partes del mundo que han tenido, lo que habitualmente se denomina como “experiencias de aproximación a la muerte”. Personas que han vivido un accidente, un estado de coma, un paro cardíaco, o cualquier otra situación vital extrema que los ha situado al borde de la muerte. Estas personas han contado sus experiencias, las cuales suelen ser muy similares, con muchos puntos en común, independientemente de su cultura, su nivel social y sus creencias. Estos puntos comunes son los siguientes:
 1 – Todos afirman haber sentido un gran bienestar cuando han dejado su cuerpo, viéndolo desde fuera y escuchando todo lo que se decía. Intentando en muchos casos tranquilizar a las personas que se encontraban alrededor de su cuerpo; médicos, enfermeras o familiares, para decirles que se encontraban bien. Sin conseguirlo, claro, pues estos no los podían ver ni escuchar.
 2 – También es muy habitual haber visto y sentido cómo se desplazaban por un túnel y se dirigían hacia una luz muy acogedora, agradable y muy intensa, aunque nunca cegadora. Y en la medida que se iban acercando a esa luz, la sensación de bienestar y felicidad iba aumentando, hasta llegar a un punto en el que se sentían inundados por una paz y un amor indescriptible, no experimentado nunca hasta ese momento.
 3 – La gran mayoría afirma que estos sentimientos eran tan intensos, que sintieron un gran rechazo ante la idea de volver a su cuerpo y retomar su vida. Haciéndolo en muchos casos por indicación de alguien que les hablaba y les explicaba que su tiempo en la tierra aún no había terminado.
 4 – Algunos han llegado hasta el final del túnel y se han encontrado con seres queridos que ya estaban muertos, siendo recibidos por ellos con grandes muestras de cariño y alegría. En muchas ocasiones, alguno de estos familiares fueron los encargados de comunicarles que tenían que volver a su cuerpo.
 5 – Todas las personas que han tenido estas experiencias afirman que ya no tienen ningún miedo a la muerte, e incluso muchas la aguardan con añoranza. La mayoría afirma que la experiencia los ha cambiado profundamente, hasta el punto de valorar el amor, el cariño y el afecto, por encima de cualquier preocupación de índole material. Este cambio, resulta especialmente llamativo entre personas que antes de tener la experiencia, no tenían ningún tipo de creencias morales o espirituales, y además llevaban vidas marcadamente materialistas. Es el caso de Dannion Brinkley, un norteamericano que tras experimentar una descarga eléctrica de enormes dimensiones y consecuencias para su cuerpo físico, tuvo una experiencia de aproximación a la muerte tan intensa y enriquecedora, que su vida quedó completamente transformada a partir de ese momento. Él mismo cuenta con detalle toda su experiencia, y cómo esta lo ha transformado, en un libro titulado “Salvado por la Luz”. Actualmente reeditado.

También hay muchas personas que tienen la capacidad de “salir” de su cuerpo físico, voluntariamente y sin necesidad de experimentar una situación extrema. Es lo que habitualmente se denomina desdoblamiento astral, o más comúnmente conocido como “viaje astral”. Estas personas pueden separarse de su cuerpo físico voluntaria y conscientemente mientras duermen. Es entonces cuando se adentran en un mundo energético, tan real como el mundo físico, llamado “plano astral” o “mundo astral”. Aunque la mayoría de los seres humanos, aún no podamos percibir de forma consciente este plano de la existencia, es tan real como el mundo físico. De hecho, cuando dormimos, todos nos desdoblamos al plano astral, aunque después sólo traigamos recuerdos vagos e imprecisos al despertar; lo que comúnmente llamamos “sueños”. He conocido a algunas personas que en sus sueños se han encontrado con algún familiar fallecido. Habiendo experimentado dichos sueños como muy vívidos y sentidos.

Algunos investigadores serios que han abordado este tema con profundidad, han tenido experiencias directas que les han permitido aportar muchos detalles precisos sobre el mundo energético al que todos vamos cuando nos dormimos, o cuando dejamos nuestro cuerpo físico para siempre. Estos investigadores afirman que el plano astral tiene varios subplanos o niveles; los niveles más próximos al plano físico son los que visitamos habitualmente cuando nos dormimos, mientras que otros más sutiles y elevados son los que sirven de morada a las personas fallecidas. Aunque este es un tema complejo, por lo desconocido y poco divulgado, creo que merece la pena observarlo y comprenderlo desde una óptica que disipe todos nuestros miedos. La muerte es una experiencia tan importante para el ser humano, como el nacimiento. De hecho, podemos afirmar, que la muerte es un nacimiento a otra forma de vida. Por lo que, en las siguientes líneas abordaremos algunos puntos importantes sobre el plano astral, ese mundo paralelo tan desconocido para la mayoría de todos nosotros.

Para poder comprender bien el significado de la muerte, necesitamos entender la vida desde una perspectiva espiritual, pues la vida y la muerte están ineludiblemente vinculadas y entrelazadas. Además de este cuerpo físico tangible que todos podemos ver y tocar, tenemos un alma que piensa y que siente. Un alma inmortal que abandona el cuerpo cuando este envejece o se deteriora irreversiblemente a través de un accidente o una enfermedad. Los que tienen una mentalidad más racional, con razón podrían decir ¿quién ha visto y tocado el alma?, a lo cual, podríamos responder, ¿quién ha visto y tocado las ondas de televisión? esa realidad actual y cotidiana para todo el mundo, que hace solo unos siglos, era pura fantasía.

Es lógico preguntarse por el sentido que tiene seguir existiendo en ese otro lugar y como es esa otra forma de vida. Pues bien, para poder comprenderlo, necesitamos entender la vida del ser humano como un proceso de aprendizaje y evolución que requiere de mucho más tiempo del que disponemos en una sola existencia física. Si nos paramos a pensar un poco sobre el sentido último y más profundo de nuestras vidas, nos daremos cuenta de que lo más importante que nos aportan los años, es lo que aprendemos a través de las experiencias que nos toca vivir. Un aprendizaje que poco a poco nos va permitiendo vivir mejor, equivocarnos menos y ser más felices. Este es el sentido último y más importante de la vida; la felicidad. Y para llegar a tener una existencia plena, creativa y feliz, necesitamos experiencias y tiempo, un tiempo que en una sola vida resulta totalmente insuficiente, si tenemos en cuenta que la mayoría de las veces necesitamos mucho tiempo, para corregir alguna parte de nuestro carácter que nos hace sufrir. Algunas personas, ni siquiera llegan a conseguirlo, al cabo de toda una vida.

Una vez aceptada la posibilidad de que vivamos más de una vida, lógicamente nos preguntaremos cuales son las leyes y los mecanismos que rigen la evolución. Nuestra alma es inmortal y nuestro cuerpo sólo es un vehículo que utilizamos para vivir una serie de experiencias y vivencias que nos ayudan a crecer, aprender y evolucionar. Hagamos un paralelismo simbólico con el proceso de aprendizaje que experimentamos en la vida a nivel de estudios académicos. Empezamos en parvulitos y llegamos hasta el final de la primaria, el instituto o la universidad, cada curso nos va permitiendo avanzar en la maduración intelectual y el aprendizaje. Entre curso y curso tenemos descansos, vacaciones, en los que hacemos una evaluación de lo que hemos aprendido y lo que aún nos queda por aprender. A veces nos rezagamos, y en vez de estudiar y estar atentos a lo que los profesores nos enseñan, nos dejamos llevar, lo cual suele tener sus consecuencias; dejar asignaturas pendientes e incluso a veces repetir curso. En el plano del alma ocurre algo similar, cada vida es un periodo de aprendizaje, el cual se puede cumplir satisfactoriamente y otras veces se pueden dejar cosas pendientes para la siguiente vida. Entre una vida y otra, tenemos un periodo de descanso, en el que al alma aprovecha para hacer una revisión retrospectiva de todo lo vivido y lo aprendido. Y en base a los resultados de dicha revisión, el alma es asistida por seres espirituales que habitan en el plano astral, comúnmente llamados guías, para ayudarla a preparar una nueva vida, con las condiciones idóneas para que se lleve a cabo, y de la mejor forma posible, el siguiente periodo de aprendizaje.

Aunque las leyes de funcionamiento del plano astral son diferentes a las del plano físico, entre una vida y otra suelen pasar unos 150 años de media de nuestro tiempo. A veces hay excepciones, y algunas almas, por necesidades particulares de su aprendizaje, tienen que encarnar más rápidamente. Por ejemplo, los suicidas tienen que volver pronto para terminar el periodo de aprendizaje que fue interrumpido antes de tiempo. Tienen que vivir vidas que duran los mismos años que les faltaron para llegar al final de la vida que fue interrumpida de forma prematura y voluntaria. Este suele ser el origen de muchas muertes que sobrevienen a edades muy tempranas.

Si somos observadores y miramos a nuestro alrededor, veremos que todas las almas no nacen con el mismo nivel de madurez, ni con las mismas aptitudes. Hay niños que desde muy pequeños manifiestan asombrosas habilidades innatas, mientras que otros expresan una determinación clara y precoz para realizar una actividad concreta o profesión, cuando sean adultos. Un ejemplo evidente de esto es el de Mozart, que compuso su primera obra musical a la temprana edad de 5 años. Si miramos a nuestro alrededor, podremos observar que hay muchos jóvenes que son mucho más maduros y conscientes que muchas personas de 50 ó 60 años. Hay niños que tienen un carácter fuerte e independiente, mientras que hay adultos muy débiles, temerosos y dependientes. Hay niños que desde muy pequeños aparentan ser muy “viejos”, mientras que muchos adultos nunca llegan a superar su carácter infantil. La única explicación lógica que tienen estas diferencias tan llamativas, es que todo ello depende de la evolución de cada alma, de la cantidad de vidas y experiencias que cada uno lleva vividas en su proceso evolutivo.

Igual que tenemos un sistema de leyes para preservar el orden en nuestras sociedades, en el plano espiritual existen leyes que ayudan al alma en su evolución. Entre estas leyes, hay una que es esencial en el proceso de aprendizaje. Esta es la Ley de Causa y Efecto, más comúnmente conocida como “ley del karma”. Dicha ley nos ayuda a madurar, llevándonos a experimentar en nosotros mismos las consecuencias de nuestras propias acciones. La biblia hace alusión a esta ley en el Génesis IX.6, donde dice: “Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre su sangre será vertida”. Todo lo que hacemos en la vida, tarde o temprano vuelve a nosotros, en la misma vida o en vidas posteriores. Es importante comprender que el principio esencial de esta ley, es el aprendizaje, nuca el castigo, porque normalmente aprendemos las cosas en profundidad cuando las vivimos en nuestra propia piel. Cuando experimentamos algo, podemos llegar a sentir los efectos y las consecuencias que ese algo tiene. Por ejemplo, si un adulto maltrata y abusa de un niño, es porque no sabe ponerse en su lugar, porque es incapaz de sentir su dolor. Por ello, tendrá que vivir como niño en una o varias vidas posteriores, el maltrato de otros adultos, hasta que aprenda a ser compasivo en vez de crítico, cariñoso en vez de autoritario, etc. Si un hombre abusa de su superioridad física maltratando a una mujer, tendrá que vivir la experiencia de ser una mujer maltratada, hasta que aprenda enfrentar sus frustraciones y a resolver sus problemas y diferencias a través del diálogo, en vez de utilizar la violencia.

De esta forma, vida tras vida, experiencia tras experiencia, nuestra alma va madurando y adquiriendo los valores que son necesarios para su crecimiento y su evolución. Por ello, todo lo que vivimos sin haberlo elegido conscientemente, tiene un objetivo muy concreto y un sentido en el plano del alma, por lo que la actitud más sabia que podemos tener ante las situaciones difíciles que nos hacen sufrir, es preguntarnos profundamente qué tienen que enseñarnos. Nunca es fruto de la casualidad la familia, los padres, el entorno y las condiciones en las que nacemos, todo tiene una finalidad muy concreta y un por qué. Y el por qué, siempre implica algo importante que tenemos que aprender con todo ello.

Algunas personas que tienen la capacidad de comunicarse con los fallecidos que habitan en el plano astral, han dicho invariablemente que estos se sienten felices donde están, que dejar su cuerpo físico para siempre, lejos de suponer un sufrimiento, ha supuesto una gran liberación. Y que además, es mucho más difícil tener que nacer que morir para volver al plano astral, porque allí se va a descansar, mientras que a la tierra se viene a “trabajar”. Por ello, en vez de vivirlo como un drama, cuando un ser querido se nos vaya, pensemos que es una separación temporal, y que cuando nosotros mismos dejemos la vida física, nos reencontraremos de nuevo con ellos. Por todo ello, dejemos de ver la muerte como un triste final y veámosla como un descanso. La muerte es el principio de una nueva y emocionante aventura, llena de paz, plenitud y reencuentros felices.




Visión alternativa de la homosexualidad 
La homosexualidad es sin duda, una de las vivencias más complicadas que le puede tocar vivir a un ser humano, además de ser una realidad difícil de comprender para la mayoría de las personas. No hace demasiados años, era un tema tabú que había que ocultar para evitar el rechazo y la exclusión social, pero hoy en día, es una realidad humana mucho más tolerada y normalizada. Aunque raramente comprendida en toda su dimensión psicológica y espiritual.

Antiguamente, debido al fuerte rechazo colectivo, parecía manifestarse en casos muy aislados, pero hoy en día, debido al aumento de tolerancia social, muchas más personas que viven esta realidad se atreven a expresarla abiertamente en su entorno familiar y social. No creo que por haber más tolerancia, haya más homosexuales en el mundo, sino que al haber menos rechazo, hay más personas que se atreven a exteriorizar abiertamente lo que sienten. Algunos estudios estadísticos recientes sugieren que un diez por ciento de la población humana tiene tendencias homosexuales. Por ello creo que es un tema importante, que requiere de todos nosotros un análisis serio, abierto y compasivo, que nos ayude a comprender a las personas a las que les toca vivir esta experiencia vital y kármica.

Lo primero que se pregunta una persona en sus años de pubertad, cuando empieza a darse cuenta de que tiene sentimientos homosexuales es: ¿por qué soy así... y por qué a mí...?, lo cual siempre implica un mayor o menor grado de angustia. Aunque la familia sea comprensiva y tolerante, el hecho de sentirse diferente a la mayoría del resto de seres humanos, siempre implica un mayor o menor grado de dolor. La persona que siente atracción hacia otras personas de su mismo sexo, se plantea muchas cosas que no son fáciles de encajar; el futuro, la relación de pareja, los hijos, la vejez, la soledad... Aunque hoy en día, en las sociedades más tolerantes exista un aumento de recursos para paliar las diferencias sociales que siempre han afectado a los homosexuales -como la formalización de una relación y la posibilidad de adoptar niños- estos no dejan de ser parches para cubrir los muchos y dolorosos vacíos que estas personas han estado viviendo hasta hace muy poco tiempo. Sin olvidar, que la tolerancia y normalización social de la homosexualidad, es sólo un privilegio de algunas sociedades modernas y avanzadas; actualmente en muchos países del mundo, las personas con esta tendencia siguen siendo rechazadas, perseguidas, estigmatizadas, castigadas e incluso asesinadas.

Lo primero que tenemos que considerar para poder comprender a una persona que vive esta realidad y para poder meternos en su piel, es que los sentimientos homosexuales no son elegidos por el yo consciente, ni la homosexualidad es una opción sexual; son poderosos sentimientos que no se pueden evitar. Por lo tanto, el primer gran desafío que ha de enfrentar una persona que se encuentra con esta realidad, es el de aceptar sus sentimientos si quiere llegar a poder manejarlos y canalizarlos de una forma positiva. Esto, para muchas personas es una labor titánica, teniendo en cuenta que es muy difícil ser diferente a la mayoría. Hay que aprender a encajar algo que no se comprende, además de tener que enfrentar el rechazo social y/o familiar que puede darse en mayor o menor medida. Todo ello introduce al homosexual en un proceso doloroso de baja autoestima, miedo, inseguridad, complejos, etc. Es terrible sufrir por algo que se siente y no se puede evitar, además de tener que ocultarlo a las personas más cercanas y queridas.

Enfrentarse a la más que probable decepción, incomprensión o rechazo de los padres, los dos seres a los que más se ama en la vida, es tremendamente difícil y doloroso para cualquiera. Si a todo esto se suman tendencias religiosas, vinculadas a dogmas cerrados que condenan esta inclinación, nos encontramos con un cóctel explosivo que puede destrozar el equilibrio y la estabilidad emocional de cualquier persona.

Encarar y asumir esta realidad emocional es muy complicado, por lo que en la mayoría de personas suele derivar en diferentes actitudes inconscientes, que podríamos denominar como mecanismos de defensa psicológicos, los cuales son:

Compensación. Hoy en día es el más habitual en nuestra sociedad, y consiste en identificarse plenamente con el papel o rol social de “gay”.  Es una forma de sobre-compensar los sentimientos de inferioridad, llegando con frecuencia al extremo de enorgullecerse y alardear de ser diferente. Esto suele acompañarse muy a menudo de expresiones exageradas y sobreactuadas de todo lo que tiene que ver con el sexo opuesto (sobre todo entre los homosexuales masculinos).

Negación. Aquí se encuentran englobadas las personas que tratan de evitar sus sentimientos, por vivenciarlos como algo negativo y vergonzoso. Lo cual, lógicamente, resulta muy complicado, pues los sentimientos y deseos sexuales son muy difíciles de negar, por no decir imposibles de negar. Las personas que tratan de hacer esto, suelen vivir una doble vida, en la que por una parte, adoptan una aparente normalidad social, vinculándose afectivamente -en la mayoría de los casos- con personas del sexo opuesto, mientras que por otro lado, mantienen relaciones homosexuales esporádicas y clandestinas. Esta actitud conlleva vivir situaciones que en mayor o menor medida implican engaño,  disimulo y otras actitudes deshonestas e incómodas de llevar y sostener.

Represión. Este es el mecanismo de defensa más peligroso. Las personas que reprimen sus sentimientos, suelen luchar en la intimidad con fuertes deseos que pueden irrumpir en sus vidas en cualquier momento y de forma totalmente desordenada. Esto se suele dar con bastante frecuencia entre personas que eligen el camino religioso. Por ello, es habitual que muchos experimenten episodios de descontrol y cometan abusos. Una respetada psicoanalista dijo algo en una ocasión que ilustra perfectamente y de forma simbólica lo que ocurre con este mecanismo de defensa: “todo aquello que se trata de ocultar en el sótano, tarde o temprano termina irrumpiendo en el jardín”. La represión suele estar vinculada al siguiente mecanismo de defensa:

Proyección. Esta consiste en rechazar en los demás aquello que está reprimido en el interior de uno mismo. Es el caso de las personas que condenan, critican y sienten rechazo o aversión por la homosexualidad y los homosexuales. Cuando ocurre esto, suele haber una tendencia homosexual profundamente reprimida y arrinconada en el inconsciente. (También se puede sentir miedo, aversión o rechazo por la homosexualidad, tras haber tenido una vivencia negativa, como por ejemplo un abuso o intento de abuso).

Algunas personas con sentimientos homosexuales, no llegan nunca a sentirse bien adoptando ninguno de los mecanismos psicológicos descritos, ni se sienten en paz con los deseos y la atracción que sienten hacia las personas de su mismo sexo. Esto ocurre porque sus deseos les impulsan a vivir situaciones que no están en armonía con sus valores y principios espirituales más profundos. Estas personas, una vez que han llegado a la auto-aceptación, suelen buscar la comprensión que les proporcione la capacidad de canalizar positivamente sus sentimientos y así poder encontrar la paz interior que tanto necesitan. Debido a sus inquietudes internas, son las que más posibilidades tienen de abrirse a una visión alternativa y esclarecedora, que vaya más allá de la identificación con la forma de vida gay. Merece la pena que reflexionemos en esa visión alternativa, para que nos pueda ayudar a comprender mejor este problema.

La atracción sexual hacia las personas del mismo sexo, por lógica, tiene sus orígenes en un bloqueo o experiencia traumática temprana, vivida con el progenitor del mismo sexo. Para poder desarrollar una identidad heterosexual sana, es necesario que el niño pueda experimentar el contacto, la cercanía, la aceptación y la afectividad con su padre si se trata de un niño, y con su madre si se trata de una niña. La relación con el progenitor del sexo opuesto también es esencial para el sano desarrollo de una persona, por supuesto, pero la base de la identificación de un niño con su masculinidad está en el contacto sano, cercano y estrecho con su padre, mientras que la identidad femenina de una niña tiene sus bases en el contacto sano, cercano e íntimo con su madre.

Algunos investigadores serios y comprometidos, señalan la edad temprana de los dos o tres años, como muy significativa para el desarrollo futuro de la identidad sexual. A esas edades se establecen las bases de lo que más adelante será la orientación sexual de una persona adulta. Los problemas que dificultan un sano desarrollo, se generan cuando el progenitor del mismo sexo no sabe establecer una cercanía con el niño o no siente ningún interés ni motivación para hacerlo. Puede ser porque no se siente bien consigo mismo, porque tiene alguna crisis personal importante, porque está ausente física o emocionalmente, porque tiene su propio bloqueo en lo que respecta a su propia identidad sexual, o porque arrastra con un importante vacío en relación a su propia infancia. También es habitual encontrar en los orígenes parentales de los homosexuales, a progenitores muy críticos, intolerantes y autoritarios, que no saben relacionarse con sus hijos desde la afectividad. Esto provoca, que cuando los niños se acercan  a sus padres buscando aceptación y afecto, lo que encuentran es rechazo, indiferencia, e incluso una gran frustración y dolor por incapacidad de sentir, que puede derivar en malos tratos psicológicos y/o físicos. Al encontrarse con el rechazo o la incapacidad del progenitor del mismo sexo, el niño suele buscar en el otro progenitor la cercanía que tanto necesita, lo que provocará que se sienta más familiarizado e identificado con los atributos del sexo contrario, que con los propios. Esto se refleja de forma evidente en los niños que desarrollan actitudes muy afeminadas y en las niñas que desarrollan actitudes muy hombrunas.

Para que un niño varón pueda conectar con su masculinidad, necesita de un padre -o una figura masculina que ejerza este papel- que lo acepte, lo reconozca y le dé cariño. Que se relacione con él de una forma sana y afectiva en los primeros años de su vida. La carencia de esto no siempre desemboca en la homosexualidad, pero sí en importantes deficiencias en lo que respecta a los atributos típicos y característicos de la identidad masculina, como son la fuerza física, la confianza en sí mismo, la competitividad sana, el sentido de dirección en la vida, etc. Mientras que en las mujeres, las carencias con su madre afectarán al desarrollo de su sensibilidad, su receptividad, y su capacidad de nutrir afectivamente y ser madres.

La orientación homosexual se desarrolla cuando las carencias con el progenitor del mismo sexo son graves y profundamente traumáticas, ya sea porque es maltratado por este, o porque no está disponible en los años críticos que más lo necesita. Los sentimientos de atracción sexual hacia las personas del mismo sexo, reflejan una profunda necesidad de intimidad y acercamiento con otra persona de su mismo género, como vía de conexión e identificación con la propia identidad sexual. Algo que no es posible experimentar a través del contacto sexual, sino a través de la intimidad afectiva sana y no erótica con otra persona del mismo sexo. Este es el único camino para que un hombre pueda reparar y desarrollar de forma sana su masculinidad y para que una mujer pueda hacer lo mismo con su feminidad.

Cuando se erotiza el contacto afectivo, en la mayoría de los casos el acto suele desembocar en decepción, vacío, hastío y promiscuidad, pues siempre se anda a la búsqueda de la pareja ideal que pueda llenar el profundo vacío que se siente, pero que lamentablemente nunca se llega a encontrar. Es como ir a la búsqueda desesperada de llenar desde fuera, lo que únicamente se puede encontrar dentro. Esto se evidencia en el hecho de que, cuando dos hombres o dos mujeres tienen un encuentro homosexual, cada uno busca inconscientemente en el otro, algo de lo que ambos carecen por igual. Por lo que ninguno podrá jamás dar al otro aquello que necesita para complementarse profundamente, ya que ninguno de los dos lo tiene. Haciendo un paralelismo simbólico, es como si dos ciegos se empeñasen en conseguir que cada uno le describa al otro un paisaje que ninguno de los dos puede ver. Evidentemente, tarde o temprano, esta expectativa sólo podrá desembocar en la frustración de ambos.

Los sentimientos de plenitud, fusión y totalidad que se buscan sentir a través del contacto sexual, solamente se puede experimentar entre un hombre y una mujer que se amen, porque solamente los dos polos opuestos se pueden complementar y acoplar energéticamente, de forma armoniosa y natural. Por muy intenso que sea el deseo de contacto sexual con personas del mismo sexo y por mucho placer que se experimente cuando se logra, con ello solo se satisface la fantasía fugaz e irreal del yo infantil que necesita desesperadamente sentirse reconocido, querido y aceptado por el padre, cuando se trata de un hombre, y por la madre cuando se trata de una mujer. Muchos homosexuales masculinos confiesan que tienden a buscar contactos sexuales esporádicos, en los momentos que más inadecuados e incapaces se sienten como hombres para enfrentarse a la vida con fuerza, seguridad y determinación. Estos sentimientos de frustración interior suelen inflamar las fantasías homosexuales y los deseos de contactos esporádicos, como símbolos de encuentro y conexión con la propia masculinidad interna bloqueada.

Además de experimentar la intimidad sana y no erótica con personas del mismo sexo, también es necesario fortalecer el propio yo, para desarrollar, madurar y sanar la auto-confianza y la seguridad en la propia identidad de género. Suele ser de gran ayuda hacer actividades que favorezcan el encuentro y la relación sana con otras personas del mismo sexo. 

Merece la pena considerar y meditar en este enfoque alternativo para reparar la identidad sexual. O al menos como una vía de comprensión, que ayude a encontrar la fuerza necesaria para abandonar el intento constante e infructuoso de encontrar fuera, algo que sólo se puede encontrar dentro de uno mismo.

En términos de psicología clínica, la homosexualidad se puede englobar dentro de lo que comúnmente se califica como neurosis. Los deseos homosexuales suelen reunir en mayor o menor grado las características típicas de cualquier otra neurosis: repetición, compulsión y obsesión. No estoy sugiriendo en absoluto que la homosexualidad sea una enfermedad, ese es un argumento utilizado hipócritamente por muchos moralistas afanados en ocultar sus propias negaciones y represiones personales. Calificar la homosexualidad de enfermedad, implicaría considerar igualmente como enfermedad los muchos desórdenes emocionales que en mayor o menor grado, tenemos la inmensa mayoría de los seres humanos. Hay muchas personas heterosexuales que buscan de forma obsesiva -e incluso compulsiva- tener contactos y conquistas sexuales. Otros manifiestan un afán obsesivo por ganar dinero, fama, poder, etc. Como dijo un gran sabio: “quien crea estar libre de culpa, que tire la primera piedra”.

En nuestro mundo, en el que abundan tantas cosas que ocultar detrás de elaboradas máscaras respetables, es habitual utilizar chivos expiatorios para que se conviertan en objetivos de la ira, el rechazo y el desprecio social. Sobre todo, aquellos que con sus problemas evidencian, que como humanidad aún nos queda un largo camino por recorrer. La homosexualidad, como otras muchas expresiones del sufrimiento humano, lo que nos recuerda es que tenemos muchas deficiencias y carencias como padres, como educadores, como seres humanos que aún están aprendiendo a amar. Y a muchos, esto no nos gusta, por lo que encontramos más fácil señalar, culpar y rechazar a los que se convierten en la expresión viva de lo que aún está en proceso de desarrollo en la inmensa mayoría de todos nosotros.

Para las personas que consideran la idea de la reencarnación, se preguntarán porqué un alma decide nacer en un entorno y con unas carencias que favorecerán el desarrollo de esta problemática, que con seguridad le generará sufrimiento en su vida. Según las leyes espirituales de la reencarnación y el karma, las experiencias difíciles que nos tocan vivir en la vida, tienen como objetivo esencial estimular la reflexión y el aprendizaje a través de la vivencia directa de situaciones diversas. En cada encarnación representamos papeles distintos para ponernos en la piel de diferentes “personajes”, y así saber de primera mano qué se siente, siendo y viviendo esto o aquello.


A través de la experiencia homosexual, el ser humano tiene la oportunidad de explorarse y conocerse profundamente, además de tener el campo abonado para desarrollar nobles cualidades como son; la empatía, la comprensión y la tolerancia ante las diferencias y la diversidad humana, aunque no lleguemos a comprender bien por qué cada uno es como es. Y de paso, los familiares también tienen la oportunidad de aprender a desarrollar estas mismas cualidades. Por ello, aunque esta sea -como tantas otras- una dura experiencia, en esencia es una gran oportunidad para desarrollarse como alma en crecimiento y evolución.
Una encarnación solo es una página más del gran libro de la Vida...